Incomprendidos

el alma de los Vinos Rosados

Por alguna razón, que ahora no viene al caso escudriñar, muchos consumidores del nuevo mundo tratan con desdén a los vinos rosados; en otras palabras, los consideran inapropiados, inferiores y poco serios, a tal punto que hasta los ignoran por completo a la hora de seleccionar el vino que mejor se adapta a sus comidas o en las ocasiones especiales. Esta falta de interés es aún más notoria en nuestros países de América Latina, en donde, paradójicamente, el clima y la gastronomía nos ofrecen el marco ideal para que podamos disfrutar de un buen vino rosado y, sin embargo, seguimos siendo rehenes de esos farsantes llamados incomprensión y prejuicio. Ahora bien, para salir del círculo vicioso y acabar para siempre con los paradigmas y tabúes que nos apartan de los vinos rosados, es necesario que comprendamos de qué se tratan.

Para empezar, tenemos que dejar de un lado esa odiosa manía de comparar a los vinos rosados con los vinos blancos y tintos. Los vinos rosados son lo que son, vinos rosados. Podríamos decir que son una suerte de paso entre el blanco y el tinto, con algunos elementos que corresponden a ambos, pero con una personalidad y unos atributos que les son propios e incomparables.

Sobre este particular, un viejo colega solía decir que el vino rosado, más que un vino, se trataba de un estado emocional, y en efecto lo es. Por una parte, los vinos rosados expresan de maravilla las cualidades de las uvas con las que se producen (Cabernet Franc, Pinot Noir, Merlot, Syrah, Garnacha, Tempranillo, etc.) ya que, al ser macerados por muy poco tiempo y no tener crianza, predomina la fruta sin la presencia de los aromas terciarios que aporta la madera. Por otro lado, la paleta de colores de los vinos rosados puede ser tan variada como los gustos; los hay rosado claro, rosado oscuro, tenues, brillantes, intensos, con tonalidades de salmón, de coral, violáceos, anaranjados…y pare usted de contar. 

Un vino rosado se produce cuando el contacto entre el mosto y la piel de la uva tinta es muy breve; esto es lo que se conoce como maceración. 

En los vinos tintos este proceso de maceración puede durar varios días, y hasta semanas, mientras que para los vinos rosados pueden ser de apenas unas cuantas horas, dependiendo de la personalidad que desee imprimirle el productor.Por consiguiente, la personalidad del vino rosado (color, sabores, aromas, estructura) va a depender de la variedad de la uva que se utilice y del tiempo de maceración (sean dos horas, o seis horas, o cuatro días de maceración). Ahora bien, no todos los vinos rosados son producidos por el método de maceración, existen otras técnicas para producir vinos rosados, como lo son el método “Saignée” o sangrado, y el método del “Assemblage”, también conocido como blend o ensamblaje, que es cuando se añade una pequeña porción de vino tinto a un vino blanco para producir un vino rosé. Un clásico ejemplo de este método lo encontramos en la región de Champagne, en donde se agrega una porción aproximada del 5% de vino tinto (Pinot Noir y/o Pinot Meunier) a un vino blanco (de Chardonnay, Pinot Noir y/o Pinot Meunier) para producir los Champagne Rosé.

 

Son muchas las regiones de Europa en donde se producen vinos rosados: en Francia tenemos los rosé de Provenza, Languedoc, Costa del Ródano, Valles del Loira y Champagne; en España nos encontramos con los rosados de Castilla León, La Rioja, Navarra y El Penedés;

Italia nos ofrece sus rosados del Piemonte, Basilicata, Puglia y el Veneto; y por supuesto, los siempre frescos y amigables rosé de Portugal y de Grecia. En todas y cada una de estas regiones los vinos rosados reflejan a plenitud su terruño y ocupan un sitial de honor en las gastronomías de sus pueblos desde tiempos inmemoriales; sin embargo, ¿qué hay de nosotros en el nuevo mundo? ¿aun seguimos renuentes a descubrir las bondades que nos ofrecen los vinos rosados? Afortunadamente, ya se están derrumbando los viejos mitos y se comienza a percibir un creciente interés de parte de los consumidores, lo cual queda demostrado en la gran variedad de marcas y estilos que ahora encontramos en los anaqueles de los mercados. Pero para realmente comprender a los vinos rosados es necesario aplicar aquel sabio refrán que dice: “a beber no se aprende sino bebiendo”, en otras palabras, es necesario que comencemos a probar vinos rosados y a tomarlos en cuenta a la hora de armonizar nuestras comidas y ocasiones sociales. En tal sentido, los invito a participar en alguno de los eventos que regularmente realizamos sobre el tema (La Vie en Rose, Incomprendidos), para que exploremos, degustemos y comprendamos a fondo los estilos, las variedades de uva, los métodos, las denominaciones de origen, la esencia y el alma de los vinos rosados.

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