EL OLOR A LIBERTAD

A propósito del 28 de julio 2024

Hasta hace poco se creía que el olfato humano era capaz de identificar 10.000 aromas distintos, pero un estudio de la Universidad Rockefeller en Nueva York, ha demostrado que las estimaciones iniciales estaban bastante cortas y que, en realidad, el ser humano puede percibir hasta un millón de aromas. Sin embargo, a pesar de lo abultado de la cifra, de lo que podemos estar seguros es que el “Olor a Libertad” no figura por ninguna parte en esa larga lista de aromas. Y es que cuando decimos “huele a libertad”, lo hacemos en sentido figurado, sin referirnos a una sensación olfativa en particular, sino más bien en un plano emocional y espiritual. Se trata pues, de una simple corazonada, de un presentimiento sobre algo que, a pesar de ser incierto, nos genera una sensación de alivio y júbilo.

Ahora bien, es menester aclarar que el olor a libertad lo podemos percibir de múltiples maneras y en distintas circunstancias. En ocasiones la sensación nos invade cuando se aproximan las vacaciones, o cuando estamos a punto de saldar una deuda. En otras oportunidades, se hace presente cuando entramos en contacto con la naturaleza, o cuando sentimos el olor a mar y el aire fresco del campo acaricia nuestros rostros.

 En ese orden de ideas, y en virtud de las elecciones que pronto se realizarán en Venezuela, invito a todos mis lectores a descubrir el olor a libertad desde una perspectiva distinta. Una perspectiva organoléptica.

 Comenzaremos por decir, que la Libertad huele a Champagne. Por la armonía de su ensamblaje. Por el carácter que le aporta el terruño. Por esa personalidad y fortalezas que se han desarrollado durante años, bajo la continua oscuridad y las altas presiones. Y también por sus burbujas finas y brillantes, que estallan en una corona de diminutas perlas para anunciarnos que ha llegado el momento de la celebración.

Pero además, la Libertad huele a Sauternes. Por su exuberante dulzor. Ese sublime dulzor de la victoria. Esa dulzura que surge de la podredumbre y poco a poco va creciendo hasta iluminar nuestros corazones. Y por su amarillo dorado. Un dorado que nos habla de grandes riquezas. Riquezas forjadas con el esfuerzo de muchos, y tras una larga y paciente espera.

Y finalmente, la Libertad huele a Vino Tinto. Por sus aromas de maceración y crianza. Por su corpulencia. Pero, sobre todo, por su indiscutible color vino tinto. El color de la selección. La Vinotinto. El color que une a los venezolanos, en las buenas y en las malas, en el pueblito más apartado de Venezuela y en cualquier rincón del planeta en donde un bravo pueblo grite “Abajo Cadenas”.

A mí me huele a libertad.

BRINDEMOS

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